¡Pobre de Don Teófilo!
Que lo encontramos muerto de amor, azul, azul, con un poema de Benedetti atorado en la garganta y en los labios el frío beso de la parca.
El forense determinó: Tuvo tanto amor que se le implotó en el pecho.
Se lo dije la primavera pasada cuando el corazón le rechinó como un portón al ver aquella parejita de jóvenes anónimos.
No le hizo caso ni al doctor que le recomendó una erostomía a luna abierta con una mujer morena.
Tampoco se tomó su dosis diaria de Manzanero ni sus baños de Novo.
Hasta que la impía muerte, huesuda y coqueta, vistió sus medias negras y salió al encuentro del gélido misántropo. Apenas puso sus labios sobre los suyos y cayó fulminado delante de los ficus de la plaza de los novios.
Tieso, pero sonriente . . . murió enamorado.
Que lo encontramos muerto de amor, azul, azul, con un poema de Benedetti atorado en la garganta y en los labios el frío beso de la parca.
El forense determinó: Tuvo tanto amor que se le implotó en el pecho.
Se lo dije la primavera pasada cuando el corazón le rechinó como un portón al ver aquella parejita de jóvenes anónimos.
No le hizo caso ni al doctor que le recomendó una erostomía a luna abierta con una mujer morena.
Tampoco se tomó su dosis diaria de Manzanero ni sus baños de Novo.
Hasta que la impía muerte, huesuda y coqueta, vistió sus medias negras y salió al encuentro del gélido misántropo. Apenas puso sus labios sobre los suyos y cayó fulminado delante de los ficus de la plaza de los novios.
Tieso, pero sonriente . . . murió enamorado.